Por qué el humor es cosa seria para las mujeres
Pilita Clark
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Pilita Clark
La otra noche fui a un evento en Londres que se ha convertido en un éxito un poco extraño: una reunión en la que una mujer les enseña a otras mujeres cómo hablar en público.
El sitio estaba lleno. En la parte de atrás sólo había lugar para estar de pie. En el escenario se encontraba Viv Groskop, una comediante y capacitadora de desempeño ejecutivo que ha escrito un libro titulado How to Own the Room: Women and the Art of Brilliant Speaking (Cómo dominar la sala: las mujeres y el arte de hablar bien en público).
Groskop ha realizado más de 50 eventos en todo el Reino Unido desde que se lanzó el libro en noviembre. Desayunos de trabajo. Fiestas literarias. Una charla para el personal de Google. Otra con Facebook y dos “clases magistrales” públicas de 150 cupos que se agotaron en días. Un podcast basado en el libro ha sido un éxito y más adelante este año, Groskop va a dar presentaciones en Bermudas, Finlandia y Washington.
Su éxito tiene sentido. Cada vez más mujeres se están convirtiendo en ejecutivas y, según Groskop, la mayoría de los libros sobre cómo hablar en público “han sido escritos sobre hombres, por hombres y para hombres”. La noche que la vi, la habitación estaba llena de desesperadas mujeres de negocios que tenían menos de 45 años. Estaban desesperadas por saber cómo hacer frente al horror de hablar en público.
“Me hace sentir muy inestable”, dijo una. “Acabo de olvidar por completo mi línea de pensamiento”, dijo otra. Una se sentía físicamente enferma. Lo sentí por ellas. Todavía puedo recordar mis propios patéticos esfuerzos iniciales, cuando me tambaleaba hacia el escenario preguntándome si estaba a punto de vomitar, desmayarme o sufrir un incidente cardíaco. Lo único que me ayudó fue la práctica. Como dice Groskop, “hacerlo una y otra vez es la mejor manera de hacerlo bien”.
Sin embargo, sospecho que hay otra razón por la que la gente está interesada en verla. Seguro piensan que va a ser una oradora simpática que sabe usar el humor. Y ellas también quieren serlo la próxima vez que hablen en público. ¿Quién no? Cualquiera que pueda contar un chiste cálido y entretenido puede dominar la sala. O eso pensaba hasta que encontré un nuevo estudio realizado en EEUU que mostró algo bastante alarmante: hacer bromas en una presentación de trabajo ayuda a los hombres, pero daña a las mujeres.
Cuando llamé a uno de los autores, Jon Evans, un investigador de liderazgo de la Universidad de Arizona, me dijo que su interés en el tema había sido motivado por una mujer. Una ejecutiva de alto nivel que había entrevistado lo había sorprendido al decirle que tenía “cuidado de no ser chistosa”, porque pensaba que podría ser perjudicial. Eso planteó una pregunta: dado que el humor puede verse como bueno o malo en el trabajo, un útil difusor de la tensión o una distracción disruptiva, ¿los estereotipos de género afectan la forma en que se interpretan los chistes?
Para averiguarlo, un actor y una actriz fueron filmados por separado, pretendiendo ser gerentes de una tienda que estaban presentando los resultados trimestrales, primero totalmente serios y después usando comentarios humorísticos. No hablo de chistes que sacan carcajadas. Las bromas incluían el consejo de un cónyuge sobre la presentación del gerente la noche anterior: “Hagas lo que hagas, no trates de ser demasiado encantador, ingenioso o intelectual. Sólo sé tú mismo”. Aún así, cuando los participantes del estudio vieron los videos, le dieron calificaciones más altas a la versión más divertida del gerente masculino por su liderazgo y estatus que a la versión sin humor.
Pero en el caso de la mujer, la reacción fue diferente. La calificaron de peor desempeño y la criticaron por tratar de “encubrir su falta de visión de los negocios haciendo chistes”. En otras palabras, el humor parece ser considerado más perturbador cuando es usado por mujeres y es más útil cuando se trata de los hombres.
¿Qué quiere decir esto? Probablemente no demasiado. Al menos otro estudio ha demostrado que muchas líderes han usado hábilmente el humor para presentarse como líderes eficaces, aunque este estudio fue realizado en Nueva Zelanda hace más de una década. Pero el contexto también importa. Evans dice que los resultados de su investigación sólo se aplican a las primeras impresiones. Las mujeres que hacen bromas con las personas que las conocen bien, pueden tener buenos resultados.
Está bien entender los estereotipos. Pero es mejor hacerlos a un lado e ignorarlos. De hecho, la próxima vez que vea a una mujer contando un chiste en una presentación -ahora que sé lo que se enfrenta-, le daré más puntos por intentarlo.